Ambiente y Desarrollo

La visión del DESARROLLO que concibe a éste como “un proceso permanente de transformación del conjunto del ser colectivo y de cada una de sus partes destinado a mejorar la calidad de su vida y mejorar el equilibrio con su ambiente” (Bansart, 1996, p. 4) obviamente apunta en una dirección bastante diferente de lo que ha sido la visión dominante del desarrollo en los últimos 200 años, traída ésta de la mano por aquella clase social que se originó incipientemente en las orillas de las ciudades amuralladas en el siglo XI, la burguesía:

“El siglo XI marca un cambio significativo en la historia del mundo occidental. Superados los terrores del año mil, afirmado definitivamente el feudalismo, controladas las últimas invasiones –árabes, hunos- aparecen espacios de cierta seguridad para la vida social. La economía de subsistencia da paso a un principio de excedentes y por ende a la posibilidad del comercio. Se extiende el uso de la moneda, todavía muy devaluada pero en mayor cantidad, después de su casi desaparición en los dos siglos anteriores, (véase Dhont. Op. Cit. 267 ss), y, con ella, los cambistas y los primeros pasos de actividad bancaria. Los productos de la artesanía entran en el mercado. Algunos individuos se ‘especializan’ en un nuevo tipo de actividades.
El centro de ellas es otra vez la ciudad. Renacen las ciudades. Crecen con un éxodo campesino que primero es circunstancial –los más cercanos que en ellas desarrollan su actividad y regresan al campo- y luego estable. Cuando el recinto amurallado no los puede albergar, se instalan extramuros, a las puertas, organizando un verdadero mercado estable en el que ya pueden encontrarse en embrión el sector comercial, el industrial –artesano- y el financiero. Son los burgos. Nuevos burgos, verdaderas ciudades, surgen en los puntos neurálgicos del intercambio: los cruces de los caminos, los puertos fluviales y marítimos. Entre los siglos XI y XII se fundan innumerables ciudades y otras se expanden ampliando sus murallas para incluir los nuevos burgos.
La ciudad desde el primer momento recibe con beneplácito y protege con medidas legales y administrativas a los nuevos llegados a los que hace beneficiarios de las franquicias de que goza o que conquista. Las nuevas ciudades ya se organizan con gran autonomía.
Las nuevas actividades, que se ejercen sobre todo en los burgos, empiezan a llamarse burguesas y los que a ellas se dedican, pronto enriquecidos, burgueses.
Ha nacido la burguesía”. (el subrayado es nuestro) (Moreno, 1993, p. 126, 127)

Hemos citado, in extenso, esta explicación del sacerdote Alejandro Moreno Olmedo, debido a que nos parece un extraordinario cuadro que dibuja el nacimiento de la burguesía y, por lo tanto, de la concepción de desarrollo actualmente dominante: el modo de producción capitalista.

Esta nueva clase social organiza el hecho económico alrededor de un principio que, con el paso de los siglos, ha demostrado ser sumamente poderoso: la ganancia. Tan poderoso es este corcel que jala de las fuerzas productivas, que la onda expansiva de su fuerza telúrica trasciende lo meramente económico y pasa a re-orientar las líneas de fuerza de otras instancias sociales como lo cultural, lo religioso, lo político.

Ocho siglos después de estos primeros inicios de “la episteme burguesa” (Moreno, 1993, p. 132), de esta concepción de desarrollo, en el siglo XIX (año 1847) dos pensadores alemanes dan cuenta de su proceso arrollador:

“La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo, ..”.
“La burguesía, con su dominio de clase, que cuenta apenas con un siglo de existencia, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas. El sometimiento de las fuerzas de la naturaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la química a la industria y a la agricultura, la navegación de vapor, el ferrocarril, el telégrafo eléctrico, la adaptación para el cultivo de continentes enteros, la apertura de los ríos a la navegación, poblaciones enteras surgiendo de la tierra como por encanto. ¿Cuál de los siglos pasados pudo sospechar siquiera que semejantes fuerzas productivas dormitasen en el seno del trabajo social?”. (el subrayado es nuestro) (Marx y Engels, 1970, p. 25-29)

Ese asombroso crecimiento de las fuerzas productivas en el contexto del “modo de producción” capitalista (Marx y Engels, 1970, p. 40) reseñado hace 152 años por los citados pensadores alemanes, no se ha detenido sino que, por el contrario, hoy por hoy crece exponencialmente tal como ha sido señalado por investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets en su informe presentado en la década de los 70’s al Club de Roma; informe ampliamente conocido como “Los Límites del Crecimiento”:

“La producción industrial mundial, con relación al año base 1963, muestra también un claro aumento exponencial, a pesar de pequeñas fluctuaciones. La tasa media de crecimiento del total de la producción en 1963-1968 es de 7% anual. La tasa de crecimiento por habitante es de 5% anual” (Meadows, D. H., Meadows, D. L., Randers, Behrens, 1982, p. 58)

Este enorme desarrollo de las fuerzas productivas planetarias y, por lo tanto, la elevación de la producción de bienes y servicios en el ámbito mundial como parte de la consolidación de la concepción de desarrollo del modo de producción capitalista en los últimos 200 años, ha tenido, entre otras consecuencias, la elevación de las expectativas de vida y, por lo tanto, un aumento nunca antes visto de la población mundial.

Pero tal vez uno de los impactos más contundentes producidos por el modo de producción capitalista, por la episteme burguesa y su concepción del desarrollo basada en la maximización de la ganancia y en el crecimiento de las fuerzas productivas, es el que se está dando sobre las reservas de recursos naturales del planeta, sobre el AMBIENTE.

“La problemática ambiental no es ideológicamente neutra. Su génesis está dada en un proceso histórico marcado por la expansión de un modo de producción, por los patrones tecnológicos generados por una racionalidad económica guiada por el propósito de maximizar las ganancias y los excedentes económicos” (Leff, 1986. p. 75)


Un ejemplo puntual pero muy representativo del impacto que la concepción de DESARROLLO hoy día dominante está teniendo sobre el AMBIENTE, podemos verlo en el hecho de que actualmente cada año desaparecen cerca de 20 millones de hectáreas de bosques en todo el planeta (Castro, 1983). Eso quiere decir que cada minuto que pasa desaparecen de la faz de la tierra 38.000 metros cuadrados de bosques; un efecto verdaderamente devastador sobre el ambiente nunca antes visto en la historia de la humanidad. Dado que los bosques y las áreas verdes, en general, son un regulador de la temperatura atmosférica, la devastación de éstos contribuye, además de al aumento de la presencia de gases de efecto invernadero como el CO2, a la elevación de la temperatura planetaria.

Otro de los ejemplos de cómo la actual concepción del desarrollo está provocando drásticos y veloces cambios en el ambiente, es la presente y masiva extinción de especies animales, “uno de los espasmos de extinción más graves de la historia geológica” (Wilson en Swerdlow, 1999, Suplemento). Esta extinción es producto de las drásticas y veloces transformaciones que está sufriendo el medio ambiente, tal como lo plantean Ehrlich y Ehrlich:

“La clave de la extinción son los cambios del medio ambiente, ya sean físicos o biológicos”. (1981, p. 37).

Ramón Francisco Reyes Echegaray